6 septiembre 2.021
Hace 45 años, el 6 de septiembre de 1976, a las 6,45 de la madrugada hora de Europa, el piloto soviétivo Victor Belenko despegó con su MiG-25P desde la base de Sokolovka para realizar un entrenamiento rutinario. Sin embargo 3 horas más tarde el caza fue dirigido al aeropuerto de Hakodate (isla de Okkaido, Japón).
Tres días más tarde Belenko fue llevado a U.S.A. donde se asiló políticamente. El avión fue devuelto a la URSS 70 días después tras un minucioso exámen.
Para
poder entender el contexto político en el que ocurrió este insólito
hecho, hay que tener en cuenta que solo pasaron 15 años de
haber superado la crisis de los misiles en Cuba, pero con la Unión
Soviética siguiendo con su carrera nuclear, el mundo aún respiraba en vilo el ambiente a Guerra Fría, y
el continente europeo dividido en dos partes: por un lado se tenía a
la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) integrada
por casi todos los países europeos y por otra parte el Bloque Este
llamado Pacto de Varsovia liderado por la Unión Soviética, diseñado
para contrarrestar las amenazas del lado Oeste.
EL AUTOR
Viktor Ivanovich Belenko: piloto militar soviético, nacido el 15 de febrero de 1947 en Nalchik (Rep. Kabardino-Balkaria), de familia ucraniana. Se
graduó en la Escuela Superior Militar de Aviación de Armavir.
Sirvió como piloto instructor de MiG-17 en la Escuela Superior
Militar de Aviación para Pilotos y Navegantes de defensa aérea de
Stavropol, siendo mas tarde transferido como piloto al Regimiento de cazas 513.
El
Teniente en Aviación Viktor Ivanovich Belenko, a su joven edad
de 21 años pasaba a formar parte de la élite de los pilotos
soviéticos destinados a la defensa aérea. Nadie dudaba de la
exitosa carrera que le esperaba a Viktor Belenko como piloto, de
hecho era uno de los mejores de su unidad y hasta se desempeñaba
como instructor de vuelo.
Como
todo piloto de élite, Viktor Belenko esperaba que el gobierno
soviético lo tratase de acuerdo a su estatus, pero la realidad
estaba muy distante a lo que el joven piloto esperaba de su amada
madre patria. En aquel entonces la prestigiosa Fuerza de Defensa
Aérea de la Unión Soviética (VVS) estaba plagada por la
corrupción y la miseria, hasta tal punto en que el alcohol necesario
para el mantenimiento de los aviones era consumido como bebida
alcohólica por el personal militar e incluso vendido en el mercado
negro en donde se pagaba una buena suma, ya que su alto grado de
concentración por encima del vodka lo convertía en muy codiciado.
Fue así que Belenko en su desesperación solicitó su transferencia
para ser parte del prestigioso Regimiento de Cazas 513 dentro de la Undécima Fuerza Aérea Soviética, enmarcado en las Fuerzas de Defensa Aérea Soviéticas. Prestaba servicio en la base de la localidad de Chuguyevka, Krai (Territorio) de Primorie, en el extremo oriente ruso. La División de los
MiG-25 estaba destinada a la protección de las fronteras; una
unidad a donde solamente los mejores entre los mejores pilotos podían
acceder.
Belenko, de carácter honesto y recto, pensó que finalmente
en esa unidad encontraría a los verdaderos pilotos que servían a la
amada Unión Soviética con patriotismo; pero fue en ese lugar en
donde percibió que la patria ideal equitativa, promovida por el
gobierno soviético, era solo una falacia creada por la propaganda
comunista.
Viktor
Belenko había
sido un ciudadano soviético modelo.
Pero
Belenko estaba desencantado.
Era
padre y se enfrentaba a un divorcio. Y había
comenzado a cuestionar la naturaleza de la sociedad soviética,
y si EE.UU. era realmente tan malvado como el régimen comunista
sugería.
"La
propaganda soviética de esa época lo presentaba como una sociedad
podrida que se estaba derrumbando", le dijo Belenko a la revista
Full Context en 1996.
"Pero
yo tenía muchas interrogantes en mi cabeza".
Y
Japón
quedaba sólo a 644 kilómetros.
El
nuevo MiG podría volar rápido y alto, pero sus dos motores gigantes
hacían imposible que pudiera llegar muy lejos; desde luego, no lo
suficiente como para tocar tierra en Estados Unidos.
LA HAZAÑA
La preparación
Fue
así que Viktor Belenko empezó a diseñar su deserción y posterior
solicitud de asilo al gobierno norteamericano llevando consigo como
“obsequio” al poderoso MiG-25; pero eso no era una tarea simple,
ya que la autonomía del caza era muy reducida y llegar con él hasta
las costas de los Estados Unidos era totalmente imposible por lo que
tuvo que cambiar su objetivo, eligiendo la base aérea de Chitose en
la isla de Hokkaido en Japón, que era aliado de los Estados Unidos y
se encontraba dentro del rango de autonomía del MiG-25. Pero aun
así, su plan necesitaba reunir ciertas condiciones para llevar
adelante; una de ellas era esperar el día de práctica de
lanzamiento de misiles ya que eran los únicos días en donde los
MiG-25 eran abastecidos completamente con combustible, además como
la práctica se realizaba en formación de tres aviones cada
escuadrón, debía esperar a ser colocado en la
retaguardia para poder así escapar de sus compañeros sin ser
percibido y, finalmente, volar a muy baja altura de la superficie del
mar para así eludir los radares soviéticos entre otros.
Afortunadamente
no tuvo que esperar mucho, ya que a solo cuatro semanas de haber
ideado su plan, llegó el día en que todas las condiciones se
juntaban, bueno, casi todas.
El día deseado
Era
el día 6 de septiembre, ese día varios aviones MiG-25 despegarían
para una práctica rutinaria de lanzamiento de misiles; todos ellos
fueron abastecidos con tanques llenos de combustible, y Belenko
formaba parte del escuadrón que volaría en la retaguardia de las otras
aeronaves. El reloj de la base marcaba las 12:25 del mediodía
cuando los MiG-25 despegaron desde la base aérea de Chuguyevka en el
extremo oriente siberiano.
Un poco de fantasía:
Conectando
su radio, Belenko habló a la torre de control.
-“Este es el número
cero-seis-ocho. Solicito permiso para arrancar motores".
La
torre respondió rápidamente.
-"Número cero-seis-ocho, tienes
permiso para arrancar motores".
-"Entendido.
Ejecutando ”, dijo Belenko, saludando a su ingeniero de vuelo,
quien retrocedió por la escalera, ordenó a la tripulación de
tierra que retirara las cubiertas del motor y señaló que los
sistemas hidráulicos estaban funcionando. Cuando Belenko pulsó los
interruptores y presionó los botones, los motores produjeron un
suave gemido que pronto se convirtió en un rugido.
-"Cero-seis-ocho"-Belenko llamó por radio a la torre-"Solicito permiso para
rodar".
-"Cero,
seis y ocho, tienes permiso".
-"Entendido.
Estoy ejecutando ".
Belenko
llevó el MiG-25 hasta el final del taxi run a
aproximadamente media milla de distancia. Cuatro MiG estaban delante
de él, y tuvo que esperar hasta que una
luz verde lo autorizara a girar hacia la pista.
-“Cero-seis-ocho
pide permiso para despegar".
-"Cero-seis-ocho,
tienes permiso".
-"Entendido.
Estoy ejecutando ".
Dudó
unos segundos para mirar una vez más a los bosques circundantes. Por
encima de todo lo demás en su tierra natal, amaba las extensiones
escarpadas y abiertas y los bosques donde había vagado desde la
infancia. Allí podía explorar, descubrir y meditar, estar solo con
una chica o consigo mismo. Sólo allí y en la cabina se había
sentido libre. Bajo la brillante luz del sol, las hojas se volvían
de cobre, oro y rubí, y pensó que el bosque nunca había parecido
más majestuoso, nunca más impermeable y antitético a la miseria
humana.
Con
el encendido del postquemador, el avión vibró, se sacudió y se
movió hacia adelante.
-"Cero-seis-ocho,
tienes postquemador"-confirmó la torre-"Buen
vuelo".

Belenko
soltó los frenos exactamente a las 12:50 p.m, el MiG recorrió la
pista y en quince segundos estaba en el aire. Mientras estaba aún
peligrosamente bajo, quitó el postquemador prematuramente para
conservar combustible, que era precioso, tan precioso que con mucho
gusto habría cambiado parte de su propia sangre por combustible
extra. También para conservar, ascendió más lentamente de lo
normal a 24.000 pies (8.000 metros) y tardó cinco minutos en lugar de los cuatro
normales para ingresar a la Zona
de Entrenamiento Nº 2 en un rumbo de 090 grados. Al comenzar el
amplio giro de 360 grados que los controladores de tierra esperaban
de él, vio muchos otros MiG-25 en el área, totalmente armados y
abastecidos. La aguja, girando rápidamente alrededor del dial de la
brújula con su cambio continuo en el rumbo, mostró que rápidamente
se acercaba al punto de no retorno. Al completar el círculo tendría
que proceder con el vuelo programado, o con el suyo.
A
los 6 minutos de haber partido ya estaban volando a una altura de 9.000 metros; en ese momento por la mente de Belenko pasaban todo
tipos de imágenes que hacían referencia a un posible fracaso, hasta
llegó a pensar en desistir pero finalmente decidió que llevaría a
cabo su audaz plan de fuga.Todavía
puedes regresar y nadie lo sabrá. Si vas, es para siempre. Voy.
Ahora
comenzó su propio plan de vuelo secreto.
De
vuelta al rumbo 090, dejó que el avión se deslizara hacia abajo,
con la esperanza de que el descenso fuera tan gradual que los
controladores de radar no se dieran cuenta de inmediato.
Lentamente,
Belenko redujo la velocidad de su MiG-25 como también bajaba de
altitud, cuando finalmente apuntó la nariz de su caza hacia abajo
para hacer pensar que se estaba estrellando y así no levantar
sospecha. En aquel entonces el MiG-25 volaba a una velocidad de 800
km/h esquivando los obstáculos en la superficie
A
19.000 pies, Belenko repentinamente movió el stick hacia adelante y
hacia la izquierda y hundió el MiG en un picado con potencia hacia
el suelo de un valle enfrente de él, atronando y lanzándose hacia
abajo de manera que la Tierra parecía saltar
directamente a su cara hasta que él logró nivelarse a 100 pies.
Nunca había intentado un picado así, ni había intentado volar un
MiG-25 tan bajo, ya que por debajo de los 1.000 pies el aparato era
torpe y difícil de controlar. Sin embargo, por el estudio de las
tácticas estadounidenses en Vietnam, sabía que a 100 pies estaría
a salvo de la cobertura de los misiles SAM (misiles tierra-aire) y
las baterías antiaéreas emplazadas en los picos del valle y que
estos picos erizados lo ocultarían del radar.
Metiendo gases, atravesó el valle y en dos minutos salió disparado sobre
el Mar de Japón. Presionó un botón de emergencia que comenzó a
transmitir una señal continua que indicaba que su avión estaba a
punto de estrellarse. Después de unos cuarenta segundos apagó la
señal para persuadir a todos los que escuchaban en la frecuencia de
socorro que se había estrellado. Simultáneamente, apagó su radar y
todos los demás equipos cuyas emisiones electrónicas podrían
rastrearse. Por último, apagó su radio, a pesar de que no emitía
emisiones. No quería verse afectado o distraído por lo que podrían
estar diciendo, lo que podrían estar haciendo, cómo lo podrían
estar persiguiendo. Necesitaba ahora concentrarse pura e intensamente
en las ecuaciones de combustible, velocidad, altitud, tiempo y
distancia, que calculó principalmente en su cabeza, ayudado solamente por
un lápiz y una libreta. Quizás el uso del ordenador de la cabina
hubiera sido más práctico y eficiente. Pero estaba decidido, como
lo había hecho en todas las crisis de su vida, a confiar, confiar
solamente en sí mismo.
Para
evadir la detección por parte de los radares de largo alcance en
tierra y los barcos soviéticos portadores de misiles que patrullan
en alta mar, Belenko voló tan bajo que dos veces tuvo que desviarse
para evitar golpear a los barcos de pesca. Solamente cuando
percibió que las olas estaban subiendo tan alto que podría chocar
contra una, subió a una altitud ligeramente más segura de 150 pies.
Una
vez sobre el Mar de Japón voló a tan sólo 30 metros de la
superficie del mar. Era su primer vuelo rasante, por lo que no
calculó o mejor dicho desconocía que volar a tan baja altura
implicaba mayor consumo de combustible, por lo que no tuvo otra que
aumentar nuevamente su nivel de vuelo para economizar su combustible
que ya estaba muy bajo.
Junto
con el aumento de las olas, se encontró con cielos cada vez más
oscuros y lluvias torrenciales que azotaron el avión y presagiaron
un peor clima por delante. Sus cálculos mentales lo presagiaron
mucho peor. A nivel del mar, el MiG estaba devorando combustible a
una velocidad fatalmente glotona, muy superior a las estimaciones
previas al vuelo. Los nuevos cálculos rápidos produjeron los mismos
resultados sombríos. A menos que redujera drásticamente el consumo
de combustible de una vez al establecerse a una altitud de al menos
20.000 pies, nunca tocaría tierra. Sin embargo, no había volado lo
suficientemente lejos como para subir de manera segura a esa altura.
Todavía estaría al alcance de los radares soviéticos y los SAM.
También podría ser detectado en los radares de otros aviones
soviéticos encargados en rescatarlo, si hubiera sobrevivido a un
accidente en el mar, o para derribarlo, si aún estuviese en el aire.
Cambio de planes
Mejor
muerte posible que muerte segura, razonó Belenko, acercándose a las
nubes, que rápidamente lo encerraron en la oscuridad. Había volado
en dirección suroriental, calculando su camino hacia Hokkaido, la
más septentrional de las islas japonesas y la más cercana a su
base. Aproximadamente a la 1:20 p.m. -solamente treinta minutos después
del despegue- supuso que se estaba acercando al espacio aéreo
japonés y a la intercepción de los cazas Phantom de la Fuerza de
Autodefensa Aérea japonesa. Para indicar la falta de intención
hostil y facilitar la intercepción, aceleró los motores y se
deslizó hacia Japón. En cualquier
momento esperaba liberarse de las nubes y salir al claro, donde los
Phantom podrían verlo.
Durante
años le habían enseñado a temer y luchar contra estos aviones
creados por los estadounidenses. Ahora los esperaba como ángeles
salvadores. Todo su plan de vuelo se basaba en la confianza de que
los japoneses se apresurarían a interceptarlo para obligarlo a
aterrizar tan pronto como se introdujera en su territorio. Sabía que
los rusos tenían órdenes de disparar SAM a cualquier avión
extranjero que violara el territorio soviético, y temía que los
japoneses hicieran lo mismo a menos que fueran recibidos y escoltados
por sus propios interceptores. Más importante aún, contó con los
interceptores japoneses para llevarlo a una pista de aterrizaje
segura. En un viejo mapa de Hokkaido había discernido una sola
pista, la base militar en Chitose, que parecía lo suficientemente
grande como para albergar un MiG-25. Quizás los japoneses lo
llevasen a un aeródromo más cercano desconocido para él. De todos
modos, probablemente sólo tenía suficiente combustible para llegar
a Chitose si lo escoltaban allí de manera rápida y directa. Pero
tendrían que encontrarlo por su cuenta porque su banda de
radiofrecuencia era tan estrecha que solo podía comunicarse con
otros MiG.
Tres
veces durante el descenso, el MiG atravesó delgadas capas de cielo
azul para ser envuelto nuevamente en remolinos de nubes grises sucias
y no fue hasta que bajó a 1.800 pies que Belenko se encontró en un
cielo despejado. Dio vueltas, intentando orientarse visualmente y
localizar interceptores japoneses. En ninguna parte podía ver
aviones. ¿Dónde están los Phantom? ¿Dónde están los malditos
Phantom?
Tanto
Phantom como MiG en ese momento estaban por todas partes, buscándolo
desesperadamente. Su avión apareció por primera vez en las
pantallas de radar japonesas como un blip no identificado a las 1:11
p.m. cuando se elevó del mar a 20.000 pies volando
a alta velocidad con destino a la isla de Hokkaido.
Nueve minutos más tarde, con el blip moviéndose hacia el centro de
las pantallas, el comandante de la base Chitose activó el protocolo
de seguridad de violación de espacio aéreo enviando a dos cazas F-4
Phantom para interceptar
al invasor.
Simultáneamente,
los japoneses trataron en vano de advertirlo a través de
transmisiones en ruso e inglés. A la 1:22, aproximadamente cuando él
mismo se imaginó, Belenko alcanzó el espacio aéreo japonés y los
Phantom, vectorizados desde el suelo, se acercaron a él. Sin
embargo, a la 1:26, cuando Belenko comenzó a descender en busca de
un cielo despejado, su MiG desapareció de los radares, ya que,
debido al empeoramiento de las condiciones atmosféricas, ya estaban
llenos de reflejos confusos de las superficies terrestres y marinas.
Sin más orientación desde el suelo, los Phantom volaron inútilmente
en el cielo nublado. Es casi seguro que los monitores soviéticos
escucharon las transmisiones japonesas para aviones no identificados, presumiblemente rusos, dirigidos hacia Japón, y concluyeron que el avión
advertido era el de Belenko.
Ignorante
de las acciones japonesas y soviéticas, Belenko no tuvo tiempo de
conjeturar sobre lo que podría estar sucediendo. Tampoco tenía
tiempo para el miedo.
Los
japoneses no te van a encontrar. Al menos, ya no puedes contar con
ellos. Tendrás que arriesgarte. Tienes que decidir, ahora mismo.
Por
la configuración de la costa, inicialmente visible para él
alrededor de la 1:30, dedujo que se estaba acercando a la península
sudoeste de Hokkaido. Chitose queda al noreste, aproximadamente
hacia el centro de la isla, detrás de una cadena de montañas aún
envuelta en nubes. El medidor indicaba que tenía suficiente
combustible para otros dieciséis a dieciocho minutos de vuelo, tal
vez suficiente para llevarlo a Chitose si se dirigía inmediatamente
allí. Sin embargo, si volvía a subir a las nubes y a las montañas
desconocidas, perdería el control de su destino. Solamente por pura
suerte podría descubrir un agujero en las nubes que le permitiría
descender con seguridad y ver el aeródromo militar antes de agotar
su combustible. Sin tal buena suerte, las probabilidades eran que
chocara contra una montaña invisible o que tuviera que intentar un
aterrizaje forzoso en un terreno imposible. Si sus propósitos
hubieran sido diferentes, podría haber considerado buscar un lugar
seguro hasta que se le acabara el combustible y luego eyectar. Pero
para Belenko, la preservación del MiG-25 era más importante que la
preservación de su propia vida y estaba decidido a aterrizar el
avión intacto si había alguna posibilidad, incluso una entre mil.

Por
lo tanto, decidió quedarse debajo de las nubes, volar hacia el Este
pasando el extremo sur de la cordillera, luego girar hacia el Norte
hacia Chitose. Reconocía que no tendría suficiente combustible para
seguir este curso tortuoso hasta la base aérea. Pero mientras
pudiera ver, había una posibilidad de encontrar algún lugar, un
tramo de tierra plana, una carretera quizás, para intentar
aterrizar.
Una
luz roja de advertencia brilló en la cabina a la 1:42 y un instante
después se iluminó un panel, iluminando las palabras
-"Te
quedan seis minutos de combustible". Belenko extendió la mano y
apagó las luces de advertencia. ¿Por qué molestarse? Estaba otra
vez sobre el agua, había cruzado la península sobre Volcano Bay,
por lo que alabeó en un giro de noventa grados hacia el norte hacia
la tierra, todavía volando a 1.800 pies. En línea recta vio otra
masa de nubes, pero decidió mantener la altitud y sumergirse en
ellas. Podrían formar solo un parche aislado y cuanto más bajo
fuera, más rápido consumiría el MiG combustible y menor sería su
rango de planeo.
De
repente, una dulce voz femenina lo sobresaltó. Emanando de una
grabación que no sabía que existía, la voz era tan tranquila como
dulce:
-“¡Cuidado, cero-seis-ocho! Su suministro de combustible se
ha reducido a un nivel de emergencia. Estás en una situación de
emergencia".
Belenko
respondió en voz alta:
-"Mujer, donde sea que estés, dime algo
que no sepa. Dime dónde está ese aeródromo".
De
hecho, Belenko tenía calculado que una vez dentro del espacio aéreo
japonés iba a ser interceptado por los F-4 y guiado hasta la base
aérea de Chitose para un aterrizaje controlado, ya que Belenko
desconocía la ubicación de esta base aérea. Pero el excesivo
consumo de combustible de su MiG-25, que no estaba entre sus planes,
sumado a que no aparecían los F-4 japoneses, obligó a Belenko a
confiar su destino a la suerte. En realidad los F-4 estaban a pocos
minutos de alcanzar al MiG-25, pero la desesperación de Belenko por
el bajo nivel de combustible lo llevó a guiar su avión a otra
dirección alejándose cada vez más de los cazas japoneses por ende
de la propia base aérea de Chitose, en donde tenía planeado
aterrizar.
El
medidor de combustible estaba vacío y Belenko supuso que, como
máximo, le quedaban dos minutos. Las nubes no se habían disipado y
no había nada más que hacer. Entonces apuntó el MiG-25 hacia
tierra y lo desconocido.
Belenko
empezó a buscar desesperadamente un lugar en donde aterrizar.
Apenas
manteniendo la velocidad, Belenko deslizó el MiG-25 hacia abajo a
través de la oscuridad aparentemente interminable de las nubes, cada
segundo de descenso disminuía las posibilidades de éxito y
supervivencia. Observó el altímetro ... 600 metros ... 500 ... 400
... 300 ...…
-Me
detendré a 150 si todavía estoy en las nubes. Más bajo sería
suicidio.
A
250 metros, el mundo se iluminó; Estaba bajo las nubes y podía ver...un campo de aviación. No buscaba la base de Chitose, sino el
aeropuerto comercial de Hakodate, a noventa millas al suroeste. La
pista era más corta en un tercio que cualquier otra en la que había
aterrizado un MiG-25 y sabía que sería imposible detenerse en la pista. Pero tal vez podría mantener el avión y a sí mismo en gran
parte intactos.
Finalmente
frente a los visores apareció el aeropuerto regional de Hakodate que
sirve a la ciudad del mismo nombre, Belenko no tenía otra
alternativa que realizar un aterrizaje de emergencia en ese
aeropuerto.
Giró
bruscamente a la derecha, giró unos 260 grados y comenzó a
acercarse hacia el extremo sur de la pista. El
vuelo rasante del MiG-25 llamó la atención de todos los habitantes de la ciudad japonesa de Hakodate en la isla de Hokkaido, dirigieron su vista a una figura inusual que sobrevolaba su espacio aéreo, aquella aeronave no era del tipo comercial que acostumbraban a ver; era nada más y nada menos que el avión de reconocimiento e interceptor de alta velocidad MiG-25, cuya existencia solo se conocía a través de rumores, siendo fotografiado por varios testigos.
Luego,
en cuestión de segundos, tuvo que tomar una decisión insoportable.
Un avión japonés, un Boeing 727, despegaba directamente hacia su
trayectoria de vuelo. El medidor de combustible marcaba cero y no
podía estar seguro de tener suficiente combustible para otro
circuito de aproximación.
-Si se agota el combustible y pierdo
potencia durante otro giro, el avión caerá en picado como una roca
de veintidós toneladas y se romperá en pedazos en su mayoría
inútiles.
Si continuaba su aproximación, podría chocar con el
avión y la distancia entre este y el MiG-25 estaba disminuyendo tan
rápidamente que ni el piloto comercial ni él tendrían margen para
un error.
-No,
no puedo hacer eso. No nací para matar a esas personas. Lo que sea
que piense, no tengo ese derecho. Mejor una vida que muchas.
Tiró
del MiG en el giro más cerrado del que fue capaz, permitió que el
727 despegara, descendió en un ángulo peligrosamente agudo y tocó
la pista a 220 nudos. Cuando desplegó el paracaídas de frenado y
pisó repetidamente el pedal del freno, el MiG se sacudió y vibró,
como si fuera a descuajeringarse. Los neumáticos ardiendo,
chirriaron y se deslizaron por la pista, disminuyendo la velocidad
pero sin detenerse. Terminó la pista del extremo norte del
aeropuerto, derribó un poste, surcó el barbecho arando la tierra
durante más de un segundo y finalmente se detuvo a unos metros de
una gran antena a 800 pies de la pista. El neumático delantero se
había reventado, pero eso fue todo. Los tanques contenían
suficiente combustible para unos treinta segundos más de vuelo.
Belenko
no experimentó ninguna emoción: ninguna sensación de triunfo,
ningún alivio por estar vivo. No había melodía para la emoción,
al igual que no había tiempo en el aire.
El
piloto salió de la cabina del avión y disparó dos tiros de
advertencia con su pistola, al tiempo que los automovilistas de una
carretera cercana tomaban fotos de tan extraña visión.
En
pocos minutos, los funcionarios del aeropuerto llegaron hasta él,
conduciendo a través de la terminal.
Y
el
teniente de vuelo Viktor Ivanovich Belenko, de las Tropas de Defensa
Aérea soviética, anunció su deseo de desertar.
Acaba la fantasía.
Aunque
seguramente muchos de los que vivían alejados del ámbito militar a
nivel internacional no se dieron cuenta, aquel 6 de setiembre podría
haber sido el inicio a la temida Tercera Guerra Mundial, involucrando
a las grandes potencias nucleares enfrentándose cara a cara.
Afortunadamente nada de eso sucedió y el mundo siguió viviendo
normalmente.
Exámen
occidental del avión
Este
interceptor de alta velocidad solo era conocido a través de las
pocas informaciones que pudieron atravesar las duras cortinas de la
Unión Soviética. El МиГ-25 o MiG-25 era una aeronave diseñada y
producida por las oficinas de OKB (Mikoyan-Gurevich). Su primer vuelo
fue en el año 1964, entrando en servicio
seis años después; alcanza una velocidad de Mach 2,83 (3200 km/h),
pero se creía que podía superar la increíble velocidad de Mach 3.6
(3.600 km/h). El avión llamó mucho la atención de las agencias de
seguridad de los Estados Unidos, ya que poseía un diseño similar al
caza F-15 “Eagle” que en ese momento estaba siendo desarrollado
por la USAF para reemplazar a los F-105 Thunderchief. Además, se
creía que por sus grandes superficies alares y grandes entradas de
aire podía alcanzar altas velocidades como cualquier otra aeronave
del occidente. Una
superficie alar grande puede ser muy útil en un avión de combate,
pues facilita el ascenso y disminuye la cantidad de peso distribuido
en el ala, lo cual lo haría más ágil y fácil de girar. En
pocas palabras era la aeronave desarrollada de forma ultra secreta
por la Unión Soviética que intrigaba a los más altos departamentos
de la agencia de seguridad de toda potencia militar.
A
los militares occidentales les preocupaba una característica en
particular: sus alas eran muy grandes.
El
manual de piloto que llevaba Belenko fue traducido al inglés y ayudó
a pilotos e ingenieros norteamericanos para evaluar y probar las
prestaciones del aeroplano. Japón sólo permitió realizar puebas en
tierra de los motores Tumansky R-15 y su radar TL25 Smerch
Se
desarmó y se desensambló, y se examinó minuciosamente por
ingeniería inversa, 70 días después se embaló en 30 cajas y Japón
lo devolvió a la URSS con una factura de 40.000 dólares en concepto
de embalaje y daños ocasionados en el aeropuerto de Hakodate.
Era
la primera vez que expertos occidentales tuvieron la ocasión de ver
con detalle este aeroplano, uno de los más avanzados de la URSS
entonces, revelandose sus secretos.
Había
sido fabricado ese año, y ensamblado rápidamente alrededor de sus
dos motores turbojet y las soldaduras hechas a mano. Los remaches no
estaban expuestos en las zonas de máxima resistencia aerodinámica.
Estaba construído con una aleación de níquel y no titanio (solo
las partes más sensibles a temperaturas altas habían sido
construídas en este metal).
A
medida que se desarmó todo el MiG, los motores, radar, ordenador,
piloto automático, control de incendios, contramedidas electrónicas,
hidráulicos, comunicaciones y otros sistemas se colocaron en bloques
y soportes para análisis mecánico, electrónico, metalúrgico y
fotográfico, los especialistas experimentaron una sucesión de
sorpresas y conmociones.
Usaba
tecnología de tubos al vacío o válvulas termoiónicas en lugar de
circuitos electrónicos sólidos. La
ventaja de estas lámparas de vacío es que son más resistentes a
las temperaturas extremas
que se tienen en el territorio ruso, como también eran fáciles de
reemplazar en cualquier campo militar alejado de sus bases
principales. Mientras tanto, el Teniente Belenko era interrogado por
los militares para poder recabar más datos técnicos de esta
aeronave, gracias a lo cual se dieron cuenta que el tan temible
MiG-25 no era más que un mito temido construido a base de rumores.
Se
vió que la velocidad operativa máxima apenas llegaba a 2.600 km/h;
si superaba mach 2,8 los motores se sobrecalentaban y quemaban. Como
sucedió al que sobrevoló Israel a mach 3,2, regresó a Egipto con
los motores estropeados y el piloto tuvo suerte de poder aterrizar.
El
radio de combate era de 300 kilómetros. Usando postquemadores y
maniobrando para interceptar podía permanecer en el aire entre 22 y
27 minutos. En vuelo nivelado y sin postcombustión podía volar
1.200 kilómetros
La
altitud máxima operativa dependía: si llevaba 2 misiles podía
alcanzar 24.000 metros; 21.000 con cuatro misiles, los cuales no
funcionaban por encima de 27.000 metros: no podían interceptar al
avión de reconocimiento estadounidense SR-71, volaba demasiado alto
y rápido para el MiG-25 y sus misiles.
El
radar era muy bueno, podía seguir dos objetivos a la vez, la
potencia (600 Kw)
de
los
tubos de vacío anulaba
interferencias, su
alcance era de 100 km pero
tenía dificultades para distinguir objetivos por debajo de 500 m por
los rebotes en el suelo.
En
las maniobras no podían tomar más de 2,2 g. Con los tanques llenos
pesaban tanto las alas que se arrancarían con g superiores. Incluso
sin combustible no podía superar 5 g, no estaba diseñado para un
dogfight con un Phantom.
El
avión era tan pesado que se eliminó un sistema de eyección.
El
piloto dependía mucho del guiado desde tierra (GCI1), su misión era
despegar, poner en marcha el piloto automático, seguir las
indicaciones del controlador aéreo, disparar los misiles y
aterrizar. Para esta tarea el Foxbat estaba dotado de un excelente
piloto automático y sistema de comunicaciones digital controlado por
un ordenador, que le suministraba información al controlador aéreo.
El
Pentágono se había encontrado, de repente, ante la perspectiva de
un caza soviético que podría ser más veloz que cualquiera de sus
aeronaves militares. Occidente conoció por primera vez los MiG-25 en
la década de 1970. Los satélites espía que acechaban los
aeródromos soviéticos detectaron un tipo de aeronave que estaban
probando en secreto.
Fue
un caso típico de interpretación errónea, dice Stephen Trimble,
editor de la revista especializada Flightglobal
para
Estados Unidos.
"Sobrestimaron
sus habilidades en base a la apariencia; por el tamaño de las alas y
las entradas de aire", dice Trimble.
"Sabían
que sería muy veloz y también pensaron que podría ser muy
versátil. Tenían razón sobre lo primero pero no sobre lo segundo".
Los
soviéticos querían dar el salto tecnológico lo antes posible.
Bajo
el mando del diseñador de aviones Rostislav Belyakov el equipo
soviético se puso a trabajar.
Para
volar rápido, el nuevo motor necesitaría gran
empuje.
Tumansky,
el principal diseñador de la Unión Soviética, ya había construido
un motor, el R-15 turbojet. Pero el nuevo MiG necesitaría dos de
ellos.
Además,
volar tan alto generaba enormes cantidades de calor por fricción,
pues la nave avanzaba contra moléculas de aire.
Construyeron
la nave con enormes cantidades de acero. Cuando estás cerca de ella
-con sus 19,5 metros de largo- puedes apreciar plenamente el trabajo
que requirió su construcción.
El
fuselaje de acero pesado es la razón por la cual ese avión tiene
alas tan grandes; no
es para luchar contra Estados Unidos, sino para poder mantenerse en
el aire.
Pero,
a principios de los 70, los responsables de defensa
estadounidenses poco
sabían sobre las capacidades del MiG.
Le
dieron el sobrenombre de "Foxbat" (murciélago-zorro).
El
MiG por el que Occidente se había preocupado tanto se acabó
convirtiendo en papel mojado.
Su
gran radar quedaba años detrás de los modelos estadounidenses. Sus
grandes motores requerían tanto combustible que sólo podía volar
distancias muy cortas. Podía
despegar muy rápido y volar a gran velocidad en línea recta para
disparar misiles o tomar fotos. Eso era todo.
Sin
embargo, nada evitó que la Unión Soviética construyera más
de 1.200 MiG-25; un avión de prestigio para las fuerzas soviéticas,
que lo anunciaban como el segundo más veloz del mundo.
Pero
la historia del MiG-25 no ha terminado. Su diseño fue
modificado para crear el MiG-31, con mejores sensores, radar y
motores. Y gran parte de su funcionamiento sigue siendo un
secreto bien guardado.
Al
fin y al cabo, ningún piloto ruso ha decido exiliarse del país y
pilotar su MiG-31 rumbo a un aeropuerto extranjero.
Reacción
soviética
Belenko
fue condenado a muerte por alta traición, en ausencia. Como medida
colateral se limitó la cantidad de combutible con la que podían
despegar los cazas que operaban desde la Isla de Sajalin,
para que ninguno tuviese la autonomía de vuelo como para
alcanzar algún aeropuerto extranjero ideológicamente hostil en
plena Guerra Fría.
Cuando
las autoridades soviéticas entendieron que Belenko había desertado
y no se podía ocultar a la opinión pública, el Ministerio ruso de
Exteriores dijo que el teniente se perdió y cayó en Japón, donde
fue drogado por la fuerza. Se organizó una reunión con Vorontsov,
el principal representante soviético en la Conferencia de Belgrado
en materia de derechos humanos, un médico soviético, y un
funcionario de la embajada soviética en Japón, llamado Sadovnikov
que pertenecía al KGB. A su llegada le dijo: “…el gobierno
soviético sabe que se perdió y fue forzado a aterrizar y que le han
inyectado drogas. He venido aquí para ayudarle a regresar a su casa,
con su amada esposa y su hijo!..”
Belenko
lo interrumpió: “Deje de hacer publicidad. Vine a Japón de forma
voluntaria”
Vorontsov
finalizó. “Cuando decida regresar, simplemente llame a la embajada
soviética, y será bienvenido” El oficial de la KGB puso su
tarjeta sobre la mesa.
“He
tomado mi decisión. No voy a volver. Yo me quedaré en los Estados
Unidos. No hay nada más que discutir”
El
Gobierno japonés presentó un plan el 2 de octubre para devolver la
aeronave en cajas desde el puerto de Hitachi y
facturar a los soviéticos US $ 40.000 para servicios de
encajonamiento y daños en
el campo
de aviación en Hakodate. Los soviéticos intentaron sin éxito
negociar un retorno a través de un avión de los suyos Antonov
An-22
y trató de organizar una inspección rigurosa de las cajas, pero
Japón rechazó ambas demandas y los soviéticos finalmente aceptaron
los términos japoneses el 22 de octubre. El avión fue trasladado de
Hyakuri al puerto de Hitachi el 11 de noviembre en un convoy de
remolques. Se deja en 30 cajas a bordo del buque de carga soviético
Taigonos
el
15 de noviembre de 1976 y llegó unos tres días más tarde a
Vladivostok.
Un equipo de técnicos soviéticos se le había permitido ver
subconjuntos en Hitachi,
y al encontrar que faltaban 20 partes, una película del vuelo
a Hakodate, los soviéticos intentaron cobrar Japón US $ 10
millones. Ni el gobierno japones ni el soviético han reconocido
haber sido pagado.
Un
alto diplomático describió la posición soviética como "mal
humor sobre todo el asunto". La CIA concluyó que "ambos
países parecen ansiosos de poner el problema detrás de ellos"
y especuló que los soviéticos eran reacios a cancelar una serie de
próximas visitas diplomáticas ya que "es probable que sea
tramitados algunos negocios útiles, y debido a la URSS, con su
posición política tan pequeña
en Tokio, no puede permitirse reveses en la cooperación económica
soviética-japonesa ".
Exilio
y vida posterior en los Estados Unidos
Su
deserción causó un daño significativo a la Fuerza Aérea
Soviética. El
Gobierno de Estados Unidos le interrogó
durante cinco meses después de su deserción, y lo empleó como
consultor durante varios años a partir de entonces.
Belenko
recibió asilo
político por
parte del gobierno estadounidense encabezado por el presidente
saliente Gerarld
Ford,
así como un fondo
fiduciario que
le permitió vivir de forma confortable durante los siguientes años.
A
partir de una ley del Congreso
de los Estados Unidos de América promulgada
el 14 de octubre de 1.980 por el entonces presidente "Jimmy"
Carter,
Belenko pudo solicitar la ciudadanía de los EE.UU.
En
su nuevo país de residencia trabajaría como instructor de combate
aéreo en Nellis durante muchos años. Residiendo
en los Estados Unidos, Belenko se
casó
con una profesora de música de Dakota
del Norte,
Coral, y fue padre de dos hijos, Tom y Paul. Más tarde se divorció.
Él también tiene un hijo de su primer matrimonio. Belenko nunca se
ha divorciado de su esposa rusa.
Después
de la desintegración de la Unión Soviética, visitó Moscú en 1995
por negocios.
Una
vez instalado relató lo que sucedió la primera vez que visitó un
supermercado, acompañado por agentes de la CIA. Le llamó la
atención la cantidad de mercancías y la inexistencia de colas, a
diferencia de lo que había vivido en la URSS. En una ocasión compró
latas de alimentos, sin saber lo qué contenían, en ese monento su
conocimiento de inglés era muy escaso; cuando probó su contenido le
pareció delicioso, hasta que un conocido le descubrió que lo que
había consumido era comida para gatos, y le respondió: "¡Es
mejor que los productos enlatados para personas que se consiguen en
la URSS en la actualidad!"
En
la actualidad, Belenko vive en el estado de California y
suele realizar negocios con Rusia,
aunque no con su nombre verdadero.
https://aeronauticapy.com/2022/09/06/viktor-belenko-el-hombre-que-puso-en-vilo-la-seguridad-mundial/
https://www.bbc.com/mundo/vert-fut-37349774